Palacio Real de Valencia

El Real de Valencia se enraiza en la larga tradición de palacios urbanos que los monarcas de la Corona de Aragón tuvieron en las ciudades principales de sus territorios. Así como en la Corona de Castilla, los monarcas en muchas ocasiones utilizaron para residencia algunos de los principales monasterios en las diferentes ciudades de sus dominios, en la Corona de Aragón, aunque también emplearon monasterios como el de Poblet, fue frecuente contar con un palacio concreto donde instalar la corte cuando se visitaba la ciudad. Pero mientras podemos conocer aunque sea de forma parcial e imperfecta algunos de los más importantes palacios en estas ciudades, como el Palau Major de Barcelona, la Almudaina de Palma de Mallorca, la Aljafería de Zaragoza, el Castel Nuovo de Nápoles, el Palacio Real de Palermo o el palacio de los Reyes en Perpignan, por citar los de las ciudades más destacadas, el Real de Valencia es el único de esta serie que fue totalmente arrasado y prácticamente ha pasado desapercibido en el conjunto de la historiografía sobre esta tipología.

Su origen se sitúa en el emplazamiento de una antigua almunia o casa de recreo que perteneció a los monarcas árabes de la ciudad. Al otro lado del río, extramuros, y comunicado con la ciudad por medio de un puente sobre el Guadalaviar, el Real, gozó de una extensión enorme, que le venía facilitada por su situación fuera del caserío, lo que permitió que fuera ampliándose y creciendo y llegara a contar con un frente de fachada de más de 200 metros, que nos da una idea de la magnitud del edificio. Rodeado de extensos jardines, su arquitectura estuvo íntimamente ligada a los huertos, al agua, a las acequias, que transcurrían en torno a él, y que remiten igualmente a este origen árabe.

Precisamente una de las primeras referencias históricas al edificio, donde ya aparece con el nombre de Real, se encuentra en la crónica de la conquista de Valencia, por parte del rey Jaime I, quien en el sitio de la ciudad en 1238, se encontraba, entre las torres de la muralla, ante la rambla y el río y el Real8. Las catas arqueológicas dieron cuenta del hallazgo de varios restos fragmentarios de basas y capiteles califales, cuya datación se situaba a mediados del siglo X, por su semejanza con algunas de Madinat al Zahra, y que posiblemente se pueden considerar ya como material reutilizado en la época de construcción de la almunia del rey Ceit-Abu-Ceit, presumiblemente de cronología posterior (periodo taifa)9. Pero el análisis de los planos, la información documental y el conocimiento que tenemos, parecen indicar que este primer edificio, no era excesivamente monumental. Posiblemente no se mantuvieron apenas restos de su arquitectura en las sucesivas construcciones que se siguieron, alejando su modelo de otros edificios aúlicos pertenecientes a los reinos Taifas, como la Aljafería, que conservó mucho más de su fisonomía original. El Real cabe presuponerse que fue prácticamente reconstruido como residencia de los monarcas aragoneses casi en su totalidad, a partir de la conquista cristiana, incorporando algunos restos muy parciales de la arquitectura anterior.

Ciertamente la época de mayor auge arquitectónico y de configuración de la imagen del Real valenciano es claramente posterior, y a unas pequeñas transformaciones que se efectuaron al poco de la conquista cristiana que supusieron el arranque del nuevo palacio, se siguió una verdadera reconstrucción a partir del reinado de Pere el Ceremoniòs (1336-1387). Este fue el momento de auténtica configuración del conjunto arquitectónico del palacio, al que siguió otro momento también muy significativo, encabezado por el rey Alfons el Magnànim (1416-1458). Ambos monarcas invertirían considerables sumas de dinero, seguirían personalmente el desarrollo de las obras, y permitirían la contratación de los más destacados maestros, para hacer del Real valenciano una de las residencias más significativas de sus reinos.